P.N. VOLCAN POÁS, JARDINES Y CATARATAS DE LA PAZ



















Cerca de la llanura central, en la cordillera volcánica y a unos pocos kilómetros del pueblo de Poasito, llegamos al Parque Nacional del Volcán Poás, uno de los más grandes del país,activo pero en reposo, con un cráter entre los más grandes del mundo y a una altura de 2.750 mts.. Durante la ascensión al cráter el paisaje es simplemente precioso. Los pueblos que encontramos en este viaje son especialmente bonitos y muy típicos, y la gente es muy amable. En esta zona están localizadas grandes plantaciones de café. En los cafetales trabaja gente con pocos recursos y cobra en función a lo que recoge, teniendo, además, el handicap de que una de las serpientes más venenosas del país habita en esta planta, por lo que deben asegurarse de que no haya ninguna antes de proceder a la recolección del café, con el riesgo personal que esto supone y la pérdida de tiempo en su trabajo.


En un alto nos encontramos un niño en un puesto improvisado vendiendo cocotes. Están ricos, saben un poco a limón. Los pelamos para comer por el riesgo de contraer alguna enfermedad, aunque el niño nos dice que se comen con piel. Hoy es sábado, por eso puede estar aquí el niño, ya que el tema de la educación en Costa Rica está muy vigilado: el dinero que se emplearía en armamento, dado que es el único país de América sin ejército, se dedica a educación. Cualquier barrio dispone de una escuela y todos los niños están escolarizados. Hay campañas de escolarización para los niños de familias pobres. Sin embargo, colaboran en lo que pueden en la economía familiar, cuando no tienen clase; por ejemplo este niño atiende solo el puesto de fruta. El gobierno pone, además, a disposición de las familias sin medios casas que deben mantener en posesión durante 15 años y que luego podrán vender si quieren. Sólo hay que acreditar que la familia no tiene ingresos suficientes para comprar una vivienda.

Llegamos a la entrada al parque y hay que hacer un recorrido de unos 700 mts. hasta el cráter activo, con su lago caliente, de agua verde sulfurosa y con grietas de las que emerge sulfuro (están amarillas y sale vapor de ellas). La periferia del cráter no tiene vegetación, como es natural, y está formada por lava de las últimas erupciones.

Encontramos un paseo idílico que han llamado “la ruta del canto de los pájaros” y cuyo nombre lo dice todo. Este conduce al cráter inactivo del volcán, convertido en un lago frío que habitualmente está cubierto por las nubes, pero es cuestión de un poco de paciencia, ya que se destapa y vuelve a cubrir continuamente, según el día que haga. Es preferible la época de lluvias para verlo descubierto, al contrario de lo que se pueda pensar, ya que en verano hace más calor, lo que hace que con la humedad se cree más niebla, que cuesta más levantar.

Asoman, curiosas, las ardillas.

Este paseo es mágico, muy húmedo, eso sí (la temperatura en este parque puede ser más baja, debido a la altura, pero al despejar las nubes sube el calor. Sorprende la actitud de los colibríes, que se dejan ver primero con precaución, pero si se mantiene una actitud silenciosa, les puede la curiosidad e incluso buscarán ellos que les prestes atención. Son como pequeñas haditas, de muchos tipos, que vuelan muy rápido, bien fijos en el mismo lugar o bien saldrán disparados. Pueden incluso ponerse detrás de tu cabeza y piar para que te dés la vuelta. Les atrae mucho la luz, por lo que es fácil que se lancen contra la cámara de fotos cuando les estás fotografiando.

Una curiosidad en Costa Rica es que la gente conoce este dato, por lo que colocan pegatinas con forma de pájaro grande en los cristales de sus casas, ya que los colibríes les temen (muchos se alimentan de estos al ser tan pequeños) y no se extreyarán contra ellos. Los ticos no tienen mentalidad ecológica, sino que, simplemente, viven integrados en la naturaleza. Es curioso, sin embargo, la cantidad de perros vagabundos que hay. En general viven más o menos felices, montando cuadrillas, pero las perritas sufren más cuando tienen cachorrillos, ya que la falta de comida y, probablemente, malos partos, las dejan maltrechas y albergan más parásitos y enfermedades.

Además de colibríes se dejan ver y, sobre todo, se dejan escuchar decenas de pájaros. Dado el talante del tico, los pájaros no ven a las personas como depredadores, por lo que se acercan sin miedo, aunque con la lógica prevención. Es un lujo este camino.

Como colofón se puede coger alguna piedra volcánica; mera curiosidad.

Nuestra gran pena: no hemos conseguido ver al quetzal.

En cuanto a las cataratas y jardines de la paz, las podemos encontrar de vuelta, en el descenso de la ladera del volcán. Se ha construido un conjunto, muy bonito, de jardines con comederos para colibríes, serpentario, ranario, aviario, jardín de orquídeas (hay más de 1.200 especies de orquídeas en Costa Rica), casa tica típica, recinto de grandes gatos, etc., que conducen hasta las cinco Cataratas de la Paz, un entorno con una poesía y un encanto totales, de donde no apetece salir.

Te devolverá a la realidad el conductor del autobús de regreso a la entrada al parque, con su temeraria forma de conducir.

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